“Incluso un hombre de corazón puro y que reza todas las noches al acostarse, puede convertirse en lobo cuando florece el acónito y brilla la Luna llena.”
Oscar Collie fue durante muchos años uno de los más destacados agentes literarios de Nueva York. Siempre que celebra una subasta importante, en la que invitaba a los editores a pujar por un nuevo manuscrito prometedor, trataba de hacerlo cuando había luna llena. “No creo en el ocultismo, ni tengo ninguna teoría científica sobre como influye la luna en las personas. Mi método para elegir los días de subasta era simplemente pragmático. En el curso de los años descubrí que las pujas eran simplemente más animadas y el precio final era el más alto cuando había luna llena. No puedo explicarlo, pero habría sido tonto ignorarlo.”
Son muchos los que comparten el punto de vista de Collie, Por ejemplo, entre policías, bomberos, y conductores de ambulancia es notorio que los días más ocupados son precisamente los de luna llena o nueva, porque es cuando el indicio de suicidios, crímenes pasionales, incendios a propósito y todo tipo de conductas aberrantes parecen dispararse. “Esas noches hay un verdadero caos de accidentes y crímenes violentos”, dijo un conductor de ambulancia al psiquiatra Arnold J. Lieber, autor de El influjo de la Luna.
La idea de que la luna puede ejercer ciertos efectos perniciosos sobre el comportamiento humano no es nueva. Forma parte inmemorial del folklore oriental y occidental, se habla de ella en la Biblia, el Talmud y el Corán y ha estado presente en la literatura médica y filosófica de Occidente al menos desde el 400 AC, en tiempos de Hipócrates, padre de la medicina; inclusive la luna ha sido objeto de culto en varias culturas: los griegos la llamaban Artemisa (en Esparta) y Selene (en Atenas); los aztecas le llamaban Metztli y le ofrecían sacrificios; los celtas se pintaban con glasto la cara y el cuerpo para hacer sus peticiones de buena fortuna a la luna llena con tal de que esta cumpliese sus pedidos, bajo la supervisión adecuada de un druida, y así un largo etcétera.
Hasta la fecha reciente, la luna fue incluso aceptada por los tribunales como causa de demencia y locura. El jurista inglés del siglo XVIII William Blackstone escribió: “Un lunático o non corpus mentis es un individuo es alguien que ha perdido el uso de razón y que tiene intervalos lúcidos, y unas veces está en su sano juicio y otras no, lo que con frecuencia depende de las fases de la luna”. Se dice que en un juicio por homicidio del siglo XIX el acusado, Charles Hyde, se declaró inocente basándose en que siempre que había luna nueva o llena se volvía loco. Al parecer, Hyde no logró que su alegato prosperara, pero consiguió inmortalizar su nombre al servir de modelo para el escritor Robert Louis Stevenson como alter ego asesino del doctor Henry Jekyll.
Donde quizás es más reconocida la influencia de la luna para afectar negativamente a los seres humanos es en la leyenda del Hombre lobo, la viva metáfora del poder de la luna para liberar cuanto hay de bestial e irracional en el hombre; claro que este mito es más producto del cine que del verdadero folklore medieval del Hombre - Bestia.
Considerando cuantas personas y a lo largo de cuantos siglos han creído en la locura de la luna, cabría razonablemente esperar que la ciencia moderna se hubiese pronunciado de manera definitiva sobre el tema. Y efectivamente la ciencia ha mostrado que algunos organismos vivos responden a las fases de la luna: el cangrejo violinista, por ejemplo, cambia de color en relación con las fases, al igual que el ciclo alimenticio de la ostra. Pero en cuanto a la sensibilidad lunar del hombre, el veredicto de la ciencia es cuando menos ambiguo. Probablemente, el principal defensor de la teoría de la locura lunar es el psiquiatra Arnold Lieber –mencionado líneas anteriores – que en El influjo de la Luna sugiere que la gravitación lunar puede afectar del algún modo a nuestras “mareas” o ritmos biológicos internos, de modo semejante a como lo hace con el mar. También cree que la influencia de la luna sobre el campo electromagnético de la Tierra puede tener consecuencias desconocidas para el hombre. De ese modo, piensa, la luna podría influir no solo en nuestras emociones, sino también en nuestro metabolismo y fertilidad.
Especulaciones aparte, la prueba principal aducida por Lieber son dos estudios estadísticos que llevó a cabo en colaboración con la doctora Carolyn Sherin. Ambos tabularon los homicidios ocurridos en el condado de Dade (Florida) entre 1956 y 1970, y en el de Cuyahoga (Ohio) entre 1958 y 1970. En el estudio de Florida, los investigadores hallaron la que denominaron “periodicidad lunar estadísticamente significativa”, en virtud de la cual tenían lugar más crímenes en los periodos de luna nueva y llena. El hecho de no haber encontrado esa periodicidad en el estudio de Ohio les pareció también alentador, pues según ellos era probable que la intensidad de la influencia lunar variase con la ubicación del sujeto.
Los críticos científicos de Lieber han eludido el discutir muchas de sus teorías, pero han sido muy duros al tratar de las estadísticas que reunió en los condados de Dade y Cuyahoga. Aducen que los datos eran incompletos y que incluso cuando las cifras eran suficientes, el método estadístico seguido por Lieber resultaba tan inadecuado que los resultados que juzgó “significativos” no eran tales. Y lo que es aún peor, los intentos de repetir su estudio, ya fuese con respecto a los homicidios, los accidentes e ingresos a hospitales o las frecuentes llamadas telefónicas a servicios de asesoría psiquiátrica, han producido resultados negativos o, cuando menos, demasiado ambiguos. Para esos investigadores, los esfuerzos de Lieber por comprobar lo que todo policía, enfermero o bombero “sabe”, han fracasado.
¿Será que la idea de la “locura lunar” no pasa de ser un ambiguo error popular? Ni los críticos más vehementes de Lieber llegan tan lejos, pues la mayoría están de acuerdo, aunque sea a regañadientes, en que harían falta muchos más estudios cuidadosamente controlados para poder afirmar con certeza que esa creencia ha sido demostrada o refutada.
Entretanto, la errática luna seguirá, como lo ha hecho durante una eternidad, surcando el cielo nocturno y haciendo su esclava, si no a nuestra cordura, sí al menos a nuestra imaginación. Que en ella está, y no en otra parte.
“¿Qué hay en ti, Luna, para que así conmuevas mi corazón?”.
¡¡¡ FELIZ LUNA LLENA !!!
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